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A las 3:47 am

Hasta que no escuchaba el último chasquido de la puerta, no podía conciliar el sueño.


Veinte años trabajando como vigilante de noche en el garaje de la finca frente a su casa, le habían agudizado los sentidos. Sabía que el último usuario entraba en el garaje a las 3:47 a.m.


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En su mente se sucedían las imágenes del Audi blanco del señor Smith. Dos calles más abajo, quitaría el pie del acelerador evitando así frenar en la bocacalle que daba al parque del barrio.


A esas horas, los transeúntes que deambulaban por los alrededores no eran muy normales.


Una noche, a la hora de siempre, la puerta del garaje no se abrió. Robert, el vigilante, atento a cualquier ruido de la calle, tuvo que levantarse de la cama para beber un poco de agua.


—¡Qué extraño! El señor Smith siempre vuelve a la misma hora. ¿Qué habrá ocurrido? —Se dijo para sí.


El silencio de la noche se interrumpió cuando una ambulancia pasó a toda velocidad por la calle, seguida de dos coches de policía y una grúa con el Audi blanco. El reloj marcaba las 4:23 a.m.


Parecía que el coche hubiese atravesado un campo de minas. Estaba completamente destrozado.


En las noticias matinales dijeron que un Audi blanco se vio involucrado en un tiroteo.



****

Carmen, a las 3:47 a.m. caminaba por el sendero de grava en dirección a la mansión, sin imaginar que el destino le tenía preparado una experiencia sobrenatural.


El sol caía a plomo, tiñendo de sombras al antiguo edificio, cuyos muros parecían murmurar leyendas de épocas pasadas. De repente, un viento helado la envolvió, y un murmullo apenas perceptible pronunció su nombre. Con el corazón acelerado, Carmen avanzó hacia la entrada, atraída por una fuerza misteriosa. Al abrir la puerta, se encontró en un vestíbulo cubierto de polvo, donde retratos descoloridos observaban cada uno de sus pasos.


Mientras recorría largos pasillos, cada sombra cobraba vida propia y cada crujido en el piso de madera vieja anunciaba presencias invisibles. Llegó a una sala donde un reloj antiguo marcaba la hora exacta: 3:47 a.m. En ese preciso instante, la atmósfera se volvió irreal y el tiempo pareció detenerse. Voces apagadas llenaron el ambiente, contando historias de traición y desdicha. Una figura espectral emergió entre la penumbra, con un rostro triste que delataba siglos de sufrimiento.


Carmen, paralizada por el terror, comprendió que había sido elegida para enfrentar una maldición ancestral. La mansión, testigo silente de innumerables tragedias, reclamaba una nueva alma perdida para sumirla en un abismo sin retorno.


Aquella tarde, la línea entre la vida y la muerte se difuminó, dejando únicamente el eco de un destino inevitable y escalofriante.



1 comentario

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Streetjas
24 sept
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Unas historias tristes e intrigantes, cómo la vida misma 😑.

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