¿A qué huele un melocotón?
- dowlezes
- hace 4 horas
- 2 Min. de lectura
Como decía el estribillo de la canción: Depende ¿de qué depende? Según como se mire, todo depende...
El melocotón, esa fruta misteriosa que parece una pelota peluda y jugosa... pero, ¿a qué huele realmente?
Si preguntas a un poeta, te dirá que huele a verano, a tardes doradas bajo el sol y a la dulzura del amor joven. Pero si le preguntas a alguien que acaba de lavar su coche después de estacionarlo bajo un melocotonero, te dirá que huele a resina y bichos pegajosos.

Ahora, ve a una perfumería y pregunta a un vendedor. Preparará una disertación sobre "notas altas frutales, un toque de almendra y fondo floral". ¡Tantos detalles para algo que al final acabas comiendo!
Y hablando de comer, la propensión a los deleites carnales puede conducir a la idea de que esta sabrosa fruta se puede degustar como algo parecido a un melocotón, que te está diciendo: olvídate del olor y ¡cómeme!
La verdad es que el melocotón no tiene un solo olor, ni siquiera un solo significado, es una paradoja aromática en la mente de cada cual.
La próxima vez que tengas un melocotón en tus manos, respira hondo. Puede que huelas magia... o simplemente que necesite comerse.
****
¿A qué huele un melocotón?, no te lo sabría decir exactamente, pero haciendo un poco de memoria olfativa, Daniel recordaba con nostalgia aquellas cajas de madera de balsa en las que tía Dulzaina metía, con mucho cariño, esos enormes melocotones de Calanda que enviaba, una vez al mes, a su madre.
Melocotones gigantes que nunca más volvió a comer. Tenían un olor tan intenso que permanecía flotando por la casa casi toda la semana.
Aquella fruta sabía a pueblo, a brisa del Cierzo, a tierra dura, a manos cargadas de arrugas que llevaban media vida trabajando bajo el sol.
No hacía falta lavarla ni pelarla porque era virgen.
Hay sabores y olores que se graban para siempre en el cerebro y que en cualquier momento de nuestras vidas, cuando menos te lo esperas, se activan y nos transportan a momentos memorables.
Los humanos “civilizados” tenemos bastante atrofiado el sentido del olfato y del gusto, gran parte por culpa de los avances tecnológicos que nos han distanciado del mundo rural, de lo sencillo, de lo auténtico, del olor a lluvia, a hierba recién cortada.
Los de ahora huelen a blister, a porexpan, a lineal de supermercado. No evocan ningún recuerdo dulce.
Echa un vistazo a este interesante artículo
Comments