Ana adoraba la primavera, el resurgir de la vida otra vez. Los días eran más largos, el sol calentaba con más pasión, los árboles recuperaban sus hojas y las flores asomaban por todo el campo. Desde la ventana miraba extasiada tanta explosión de belleza.
Desde hacía unos años había aparecido en su vida una extraña alergia al polen que le impedía salir al exterior y disfrutar de ese bonito escenario.
—No entiendo nada, me daña lo que más aprecio, voy a investigar.
Ana leyó mucho pero no encontró una respuesta que la convenciera. Un día, tomó la decisión de mirar en su interior, de escuchar a esa vocecita que todos tenemos dentro. Había oído que esta práctica podía mejorar cualquier dolencia y resolver muchas de nuestras dudas, ¡qué podía perder!
Cada día, a la misma hora, se sentaba en una silla, con las manos apoyadas en sus piernas, en absoluto silencio y aprendió a encontrar la calma en los momentos de tempestad. Sus miedos empezaron a desaparecer y se encontraba mejor con ella misma y con las personas que formaban parte de su guión de vida.
Al cabo de unas semanas su alergia desapareció completamente y ahora Ana es feliz.
by solillum
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Siempre pensé que era un tipo normal, pero he descubierto que soy alérgico a la vida moderna. No es un diagnóstico oficial, pero ¿cómo explicas que estornude cada vez que recibo unas nuevas políticas de privacidad?
Me di cuenta de mi condición cuando intenté actualizar mi teléfono y, de repente, mi cerebro hizo un cortocircuito. Lo siguiente que supe es que estaba balbuceando algo en arameo mientras leía un contrato de términos y condiciones. ¿Cómo puede uno ser alérgico a una actualización de software? Pues yo lo soy, y con efectos secundarios que incluyen náuseas, pérdida de la fe en la humanidad y un ardor intenso en el alma.
Y ni hablemos de las redes sociales. Cada vez que alguien me envía un meme motivacional sobre “trabajar en tu mejor versión”, mi cuerpo reacciona con un sarpullido emocional. ¿Por qué todo el mundo parece ser más feliz que yo mientras intento averiguar si aún tengo un trabajo? Es que ver tanta felicidad también es tóxico.
Así que aquí estoy, sobreviviendo en esta jungla llena de correos y personas "perfectas". Mi única cura conocida es una dosis fuerte de sarcasmo y largas siestas para intentar ignorar la existencia de los influencers. Porque, al parecer, mi alergia no tiene remedio, solo unos cuantos antihistamínicos de humor negro para seguir adelante.
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«Vigila con lo que tomas porque te puede sentar mal».
Eso le pasó a un chico del barrio. Tenía una infección de orina de pronóstico y pensó que si se tomaba aquel antibiótico que le recetaron en el hospital, se le pasaría.
Le calmó bastante el dolor, pero no se había percatado de las manchas blancas y rojas que le habían salido en las piernas. Parecía un polo de fresa y nata.
No eres alérgico a nada hasta que el día menos pensado te cambia el metabolismo y empiezas a tener problemas.
A una amiga le picó una avispa mientras cortaba una rosa en el jardín de su casa. Le salió un pequeño sarpullido sin importancia. Pasaron algunos meses y le volvió a picar otra avispa. Esta vez le salió un morado que le produjo mucho dolor.
Tuvimos que ir al ambulatorio porque le dolía bastante.
Al año siguiente, le picó otra avispa y esta vez tuvimos que salir pitando al hospital. Tuvo un choque anafiláctico bastante grave y le inyectaron epinefrina. ¡Cuidadito con la broma de la picadura de avispa!
Nunca he tenido alergias a nada, le dijo a la doctora.
Pues vigila a partir de ahora, mi niña.
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