Deconstrucción
- dowlezes
- hace 4 días
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Sabía que le quedaba poco, pero nunca perdió la alegría de vivir. Los médicos le habían diagnosticado una enfermedad muy rara, pero el positivismo de Gonzalo lo superaba todo.

Con solo quince años, podía colarse en cualquier discoteca sin que le pidieran el DNI. Aparentaba cuarenta años. Sus amigos, cariñosamente, le llamaban “el viejales”.
Con el auto, se encargaba de traer de vuelta a casa a los borrachos del pueblo, entraba en los moteles sin levantar sospechas y le cedían el asiento en el bus. Todo por aparentar más edad de la que tenía.
Gonzalo, con síndrome de Hutchinson-Gilford, vivía en horas extras. No tenía remordimientos.
Miranda, su madre, sentía que su hijo se deconstruía cada semana. Cuando no le crecía la nariz, las orejas se punteaban por arriba. Los labios parecían dos hilos de coser, y su aspecto se acercaba más a un duende que a un adolescente. Pero nada importaba.
La prioridad de Gonzalo siempre fue divertirse como si no existiera el futuro.
Así ocurrió. Una fría mañana de noviembre, Gonzalo no bajó a desayunar. Miranda lo supo tres días antes, cuando el doctor le entregó un sobre cerrado. En el dorso, a lápiz, ponía: «Para Gonzalo, siempre».
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Julián despertó con una sensación extraña. Se miró las manos y notó que la piel parecía más delgada, casi translúcida. Se levantó tambaleante y vio su reflejo en el espejo: su rostro no estaba del todo bien… los ojos parecían hundirse en cavidades más profundas de lo normal.
Se frotó la cara, pero la piel se despegó en un pliegue fino, como si fuera papel viejo. Retrocedió, horrorizado.
Corrió al pasillo y observó que la casa también se desmoronaba. Las paredes parecían estar pelándose capa por capa, dejando al descubierto una estructura que no entendía. No eran ladrillos, ni madera, ni metal. Era algo… vivo.
Su pecho comenzó a hundirse. No de miedo, sino literalmente. Sus costillas se replegaban, sus músculos se volvían hilos sueltos. Intentó gritar, pero su boca se desdibujó.
Algo lo observaba desde el fondo del pasillo: una sombra sin forma fija.
—Estás regresando a lo que realmente eres —dijo la sombra—. Siempre fuiste una construcción temporal.
Julián quiso negarlo, pero ya no tenía boca para hablar. Sus dedos se deshicieron en finos filamentos. Su conciencia se fragmentó en pensamientos dispersos.
En la casa, todo volvió a la calma. Solo quedaban escombros… y un halo en el aire, como un eco de lo que una vez fue humano.
👏🏻👏🏻👍🏻😉