¡Ah, los diminutivos! Esas pequeñas joyas del lenguaje que usamos para hacer que todo suene más adorable. Porque, seamos honestos, no es lo mismo decir que tienes un problemón, que un problemita. El "problemita" casi suena a que lo puedes resolver con un cafecito y un postrecito.
Los diminutivos no discriminan, ¡se cuelan en todas partes! El clásico "llegamos tarde a la reunioncita" no engaña a nadie, todos sabemos que es una reunión que va a durar horitas y con suerte salimos antes de la cena. Pero, ¿qué tal cuando te invitan a tomar una cervecita? Ahí sabemos que ese "-ita" tiene trampa, porque nunca es una, ¿verdad? La cervecita siempre tiene amigas: la segundita, la tercerita, y así hasta que ya no podemos contar más.
El colmo del diminutivo llega cuando te preguntan si quieres un "pocoquito". ¿Un pocoquito? ¡Eso es como pedir un centimito de algo que ni necesitas! Pero claro, si te lo dicen así, es difícil negarse.
Incluso en el amor, los diminutivos son una mina de oro para generar esa ternurita. Desde el clásico "mi amorcito" hasta el extremo "mi corazoncito chiquitito", que ya ni es necesario para comunicarse, pero suena a pura miel. Aunque, cuidado, si tu pareja te dice que tienen que hablar de un "temita"... ¡ahí viene la tormentita!
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¿Qué pasa? Porque hablemos en diminutivo ¿nos va a dar menos pena o menos dolor?
Si trabajas en un almacén y te dicen «coge aquella cajita y metes todos estos tornillitos», ¿acaso hemos de entender que por decirlo así, la caja será más pequeña y los tornillos no serán tan tediosos?
Cuando la enfermera de planta entra en la habitación en la que estás ingresado por una dolencia, dice con la boca a medio abrir que les dejes el bracito porque te van a pinchar con una agujita de nueve centímetros que te va a hacer el mismo dolor que si fuera una aguja tan grande como la de un picador de toros, ¿por qué gaitas se emperran en hablar con diminutivos?
Igual se creen que están hablando con un crío y la única manera de que hagas caso es diciéndolo así.
«Ahora te tomas esta pastillita para que puedas dormir de un tirón». Al menos, tirón, suena a grandote.
¿Te imaginas que en vez de hablar con medidas normales de cualquier índole, lo hiciésemos en términos pequeñitos?
—Señor agente, mi cochecito no puede correr más de la cuenta y usted me ha calzado una multita que no podré pagar.
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