Doce mil dólares
- dowlezes
- hace 1 día
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Bruno Bukowsky era un tipo normal que vivía de hacer pequeños trabajos de carpintería. Tenía muy buenas manos y mucho ingenio para resolver cualquier reto que se le presentara.

Todas las mañanas salía a comprarle el periódico a su anciana madre, leche, una caja de donuts y un paquete con cinco puritos. A menudo le daba la tabarra para que dejara de fumar, pero a esas alturas a la vieja le daba igual.
Nunca pudieron salir del barrio por culpa de su padre, un alcohólico agresivo que abandonó a la familia por una prostituta drogadicta.
Los jueves, después de trabajar, solía pasarse un rato por el Tulips, el bar de su colega Peterson. Charlaban un rato, escuchaba música de los 80, se tomaba un par de zumos y compraba un Rasca y Gana por un dólar.
Bruno era de esos tipos que la suerte se la tenía que trabajar, pero una tarde su vida dio un giro de ciento ochenta grados.
No se lo podía creer. Llamó a Peterson para que encendiera la lámpara del fondo para ver mejor.
Con cincuenta centavos que llevaba en el bolsillo, había rascado la mitad del boleto. No quería ponerse nervioso, pero, en la siguiente rascada, casi pierde el conocimiento.
Boleto premiado. Ha ganado 12.000 dólares. Rasca y Gana le da la enhorabuena
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Cuando llegó el paquete, Adrien lo contempló en silencio. Un estuche de terciopelo negro con un cierre dorado, discreto, elegante. Había esperado semanas por este momento. Sus dedos recorrieron la tapa antes de abrirla con suavidad.
Allí estaba ella. Una obra de arte. Su piel, de un material sedoso, parecía absorber la luz con un realismo inquietante. Sus labios eran un leve arco de misterio, y sus ojos, de un azul profundo, parecían contener un secreto.
El precio había sido escandaloso. Doce mil dólares por un capricho… pero esto no era un simple objeto. Era compañía. Era perfección.
Con delicadeza, la levantó. Su peso era exacto, su cuerpo, cálido al tacto. La movió con cuidado, probando la flexibilidad de sus articulaciones, la suavidad de su cabello oscuro. Sintió una extraña emoción en el pecho. Expectación. Curiosidad.
Se sentó en el borde de la cama y la acomodó a su lado. Durante unos minutos, solo la observó. No era solo la perfección de su diseño, sino la ilusión que generaba. La promesa silenciosa de algo más.
Cuando apagó la luz, su aliento se volvió pausado. Deslizó los dedos sobre su piel inmaculada y supo que, a partir de esa noche, la soledad nunca volvería a ser la misma.
😁😅👍🏻