Dolor de cabeza
- dowlezes
- 18 may
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Muy de vez en cuando, Lucas es atacado por un tremendo dolor de cabeza.
Hasta este fin de semana, llevaba casi medio año sin padecerlo. ¿Será por esa inflamación en las cervicales que no hay manera de erradicarla?, se preguntaba ayer tarde mientras se remojaba la nuca con agua bien fría.

Años atrás, si no era por un disgusto o por los nervios que pasaba, cada dos por tres, tenía unas migrañas que lo dejaban kao. Un Paracetamol cada seis horas o un Nolotil en vena, podían calmar los dolores.
De vez en cuando sufría algún que otro mareo y, una vez pasado el ataque, podría estar meses sin que le doliera ni siquiera un diente.
Actualmente no padece de los nervios. Atrás quedaron esos años de peloteras con sus ex que lo sacaban de quicio.
Parece ser que las discusiones acaloradas producen en el organismo disfunciones sensoriales que atacan directamente a las zonas sensibles. En el caso de Lucas, son las cervicales, los romboides y los dedos meñiques de ambas manos.
Lo de los meñiques no lo acabo de entender, pero lo comenta en alguna charla con sus amigos.
¿Tendrá que ver con la pieza 79 de Bela Bartók?
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A veces la vida te da limones... y otras, te da dolores de cabeza. Ese zumbido constante que empieza como un susurro tímido y acaba como una orquesta desafinada dentro de tu cráneo. ¿Qué hiciste para merecer esto? ¿Dormiste mal? ¿Olvidaste el café? ¿O simplemente el universo decidió que hoy era un buen día para torturarte?
Primero viene la negación: "No pasa nada, seguro que se me pasa en cinco minutos". Luego, la negociación: "Ok, me tomaré un ibuprofeno, pero solo uno. Bueno... tal vez dos". Mientras tanto, la migraña ya se ha instalado cómodamente en tu cabeza, con maletas y todo.
Pero lo peor no es el dolor en sí. No, lo peor son los consejos bienintencionados de los demás. "¿Bebiste agua?" Sí, me he bebido medio océano Atlántico, gracias. "A lo mejor es estrés". ¡No me digas! ¿Cómo no se me ocurrió antes?
Al final, aceptas tu destino: te tiras en el sofá con una compresa fría en la frente, jurando que mañana empezarás yoga, dejarás el azúcar y vivirás como un monje tibetano.
Hasta que alguien pone las noticias a toda leche, un vecino empieza a taladrar la pared o tus hijos deciden que es el momento perfecto para recrear un concierto de heavy metal en el salón.
Y ahí recuerdas: el dolor de cabeza es solo el principio.
Por desgracia nuestra, nadie se escapa de esos dolores de cabeza, en todas sus formas.