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El interfono que sonaba

Todas las noches que tenía guardia, unos metros antes de llegar al aparcamiento, apretaba el mando a distancia para no perder tiempo. Era el celador en el turno de madrugada en el tanatorio del hospital.


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Tom era un tipo peculiar. Dicen que hablaba con los muertos para no aburrirse. Entablaba conversaciones con ellos, aunque nunca obtuvo respuesta hasta ese segundo lunes de febrero.


Esa noche trajeron a una pareja que había muerto por sobredosis de Éxtasis.


No estaba seguro, pero tuvo la impresión de que ella le susurró algo mientras la desnudaba para meterla en la nevera.


—Oye, ¿por qué me desnudas? ¿Acaso hemos intimado? —Dijo ella un poco asustada.

—¡Perdona! ¿No sabes que estás muerta? Entraste hace una hora con un tipo rubio. ¿Es tu pareja? —preguntó Tom.

—No sé quién es. No lo conozco de nada, —replicó la mujer.


El interfono de la morgue sonó dos veces. Tom levantó el auricular, pero no había nadie.


—¡Qué extraño! Juraría haber escuchado la voz de una mujer, —dijo Tom en voz alta, por si había alguien.


El interfono volvió a sonar diez minutos más tarde.


—Si es una broma, me van a oír, —masculló Tom enfadado.


Al día siguiente, Amanda encontró a Tom muerto, con el telefonillo agarrado como si estuviera hablando con alguien. Su cara reflejaba un profundo terror.



****

Cuando Pablo se mudó al viejo edificio, el casero le advirtió: “No respondas si suena el interfono por la noche.”


Al principio, pensó que era una broma o una superstición sin sentido. Pero la primera noche, a las 3:33 a.m., el interfono zumbó. Se levantó sobresaltado y miró la pantalla. No había nadie.


La noche siguiente, volvió a sonar a la misma hora. Pablo, curioso, respondió:

—¿Hola?


Silencio. Luego, una respiración pesada.


Al tercer día, decidió ignorarlo. Pero entonces escuchó su propia voz a través del aparato:

—¿Hola?


El miedo lo paralizó. Era su voz exacta, repitiendo lo que había dicho la noche anterior.

Cada noche, el interfono repetía sus palabras pasadas, como si escuchara y grabara todo. Hasta que, una madrugada, Pablo se acercó y escuchó algo diferente.

—Déjame entrar.


No era su voz.


El interfono comenzó a crepitar, distorsionando el mensaje en un murmullo inhumano. Pablo desconectó el aparato de la pared, pero el sonido continuó, cada vez más fuerte.

Cuando se dio la vuelta, vio la pantalla encendida. Mostraba su apartamento, pero desde dentro… y en el umbral, una silueta oscura.


El timbre sonó una última vez.



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Streetjas
hace 7 días
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😱😱😱😥

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