El umbral de la cocina
- dowlezes
- hace 3 días
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Cada Primero de Enero, la cocina de la familia Jiménez parecía cobrar vida. Lo llamaban "la maldición del Año Nuevo". Todo comenzó hace cinco años, cuando el abuelo Ramón, preparando un brindis tardío, tropezó inexplicablemente con el suelo seco y cayó sobre una sartén hirviendo. Desde entonces, cada comienzo de año, la cocina era escenario de accidentes que iban de lo extraño a lo aterrador.

Este año, Mariana, la madre, intentaba convencer a todos de no pisar el lugar. "Hoy cocinamos en la terraza", insistió, pero su hija Clara, curiosa y algo incrédula, no podía resistirse. Entró a hurtadillas mientras los demás se distraían con el bullicio del televisor.
Todo parecía normal: las ollas colgaban inmóviles, y la cafetera chisporroteaba suavemente. Pero un cuchillo cayó del estante, sin que nadie lo tocara, clavándose en la tabla de cortar. Clara retrocedió, asustada, pero entonces el suelo comenzó a vibrar bajo sus pies. Las luces parpadearon, y un silbido helado llenó el aire.
Con un grito, Clara salió corriendo justo cuando una de las lámparas se desplomaba tras ella. "¿Qué ha pasado?", preguntaron todos. Clara, pálida, solo señaló la puerta de la cocina.
Desde entonces, los Jiménez dejaron de cocinar los 1 de enero, aunque a veces, en la madrugada de ese día, juraban escuchar cuchillos raspando sobre la encimera.
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—QUE SEA LA ÚLTIMA VEZ que entras en mi cocina. ¿ESTAMOS?
—No te lo repetiré más.
—Con el resto de la casa puedes hacer lo que te dé la puta gana. Del umbral de la cocina hasta la puerta del jardín, es MI TERRITORIO.
—¿Te queda claro?
Desde que a Juan Hidalgo le concedieron las 21 estrellas Michelin, le cambió la vida. No entraba en razón con nadie. Se volvió un neurótico embriagado de fama.
Esther, su mujer, cada vez que tenían invitados en casa, se ponía de los nervios. Esa paranoia del orden, de que todo debía estar extremadamente perfecto, le sacaba de quicio.
—¿Te acuerdas cuando hacíamos el amor en la sala, en la alfombra que compramos juntos en Bangkok? ¿Recuerdas que siempre acabamos en la cocina? ¡En tu puta cocina!
—¿Qué te ha pasado Juan? ¿Qué te han hecho esos desgraciados de Michelin?
—Antes eras un tipo maravilloso, cariñoso, amable, interesante. Antes, solo con mirarme con esos ojos azules tan penetrantes, se me humedecían las bragas.
—Ahora, lo único que has conseguido es que llore cada vez que me gritas. Ojalá no te hubiesen concedido ni una sola. Vete a la mierda con tus putas estrellas Michelín.
2 buenos relatos 😉