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El vecino

Título cedido por la humana Tr55


Siempre hubo algo extraño con el vecino del ático. No hablaba con nadie y apenas salía de su piso. Sus persianas siempre estaban bajadas, y lo único que lo delataba era la tenue luz que se filtraba por las rendijas al anochecer.


Clara, la vecina del 3ºB, solía observarlo desde su ventana. A veces lo veía de pie en el balcón, inmóvil, como si escuchara algo que nadie más podía oír.


Una noche, el ascensor se detuvo en el último piso sin que nadie lo llamara. La puerta se abrió lentamente y Clara, impulsada por una mezcla de curiosidad y miedo, decidió subir las escaleras. Cuando llegó al ático, encontró la puerta entreabierta.


—¿Hola? —preguntó con voz temblorosa. Nadie respondió. Empujó la puerta y descubrió un salón vacío, excepto por una mesa llena de planos, fotos y recortes de periódicos. En el centro, un viejo gramófono reproducía una melodía inquietante.


De repente, una voz a su espalda la hizo girar. Allí estaba el vecino, mirándola fijamente. —Todo esto es para protegeros —dijo susurrando—. Algo viene, y yo soy el único que lo sabe.


Clara nunca más volvió a ver al vecino. Desapareció esa misma noche, pero dejó atrás su mesa llena de misterios. Desde entonces, la comunidad se pregunta: ¿de qué nos estaba protegiendo? Y más importante... ¿seguimos a salvo?



****

«Había llegado el momento de irse a vivir juntos. Lucas y María llevaban dos años saliendo y los últimos meses los dedicaron a buscar piso…»


Uno nunca sabe dónde se va a encontrar los problemas. 


Después de haber pintado el piso, arreglado la terraza y cambiado todas bombillas de la casa, Lucas y María decidieron que, por fin, había llegado el momento de estrenar su nidito de amor por todo lo alto.


Una deliciosa tarde de primavera, mientras María, Teresa y Lola, charlaban distendidamente en la cocina, Lucas y sus amigos se disponían a ver el partido de rugby en el que se enfrentaba Argentina y Nueva Zelanda en la vuelta.


Diez minutos más tarde, los muchachos empezaron a escuchar un ruido ensordecedor.


—María, ¿qué estáis haciendo en la cocina? No podemos oír al comentarista. ¿Podéis bajar un poco la música, por favor?


María y sus amigas pensaron lo mismo de sus compañeros. Creía que tenían la televisión a todo trapo, pero no.


No se acordaban de que en el quinto tercera vivía un ex militar que combatió en la guerra de Afganistán. El vecino estaba sordo como una tapia. Tenía el volumen de la tele a la máxima potencia.



****

No podía creer lo que me estaba explicando mi vecina Conchi, parecía sacado de una telenovela.


Resulta que hace unas semanas, ella iba paseando tranquilamente por la calle, de repente una voz masculina le dijo por detrás:


—¡Hola vecina! ¡Por fin vamos a conocernos!


De pronto, vio a su lado a un hombre, muy guapo por cierto, que le ofrecía una bonita sonrisa.


—Soy tu vecino, ¿no me conoces? Mi moto y tu coche están muy cerca, en el mismo parking y yo vivo delante de dónde tú vives.


Conchi se quedó algo parada, pero siguió caminando hacia su casa, acompañada por su vecino “desconocido”. Fueron hablando hasta llegar a su destino y se despidieron con un apretón de manos.


—¡Vaya! No nos hemos dado el teléfono, seguro que me deja una nota en el coche…


Conchi no podía creer lo que le había pasado, siempre buscando en Tinder, sin encontrar nada y de repente esto, estaba feliz y emocionada.


A los tres días encontró una nota en el parabrisas de su coche, era de David, su vecino “desconocido”, allí estaba su teléfono y la invitación a quedar un día y tomar una copa, ¡qué emoción!


Quedaron varios días, pero ahora ya no se dicen nada. ¡Lástima!


by solillum

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