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En equis

Después de muchas conversaciones cruzadas entre Lucas y Mónica, por fin decidieron la fecha del encuentro.


Llevaban planificándolo demasiado tiempo y ya era hora de ponerlo en práctica.


—Será con mis normas, —le anotó Mónica en el whats mientras se tomaba la última pastilla de chocolate Milka que quedaba en el pote.


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Por enésima vez, le recordó su alergia a los gatos. No podía permitirse el lujo de padecer otro episodio de tos seca.


«En la mente de Lucas se amontonaban escenas subidas de tono. Los dos actores compartían sofocos, respiraciones entrecortadas que exhalaban mientras descubrían posturas casi imposibles, calor, mucho calor. La que más se les antojaba era la de en equis. Ella, sentada encima, se fundiría en un abrazo profundo. Sus senos entrarían en contacto con su pecho. Mientras, Lucas clavaría su mirada en esos ojos inyectados de pasión».


—Vale, pero acuérdate que bajaré en tren. Ya sabes que no me gusta circular por la ciudad y menos aún por tu barrio, con tantas cuestas.


Pasaron algunos minutos que se hicieron eternos. Lucas contemplaba el móvil a la espera de respuesta, pero esta no llegó nunca.


Dos semanas más tarde leía en la prensa que una partida de tabletas de chocolate Milka, distribuidas por el barrio de Mónica, contenían altas dosis de cianuro puro.


—¡No puede ser! ¡Diooos!



****

No sabía qué significaba, pero estaba claro que la postura del cuerpo era en equis.


El inspector Guerra observó el cadáver tendido en la alfombra de terciopelo rojo del Casino Royale. Los brazos y las piernas estirados en diagonal, como si alguien lo hubiera colocado con precisión. Los ojos, abiertos. El gesto, casi de sorpresa.


—¿Quién era? —preguntó al gerente.


—Leonardo Ferrer. Jugador profesional. Hoy ganó una fortuna.


Guerra se inclinó. En la mano derecha del muerto, todavía sujetaba una ficha dorada con una X grabada. Miró alrededor. Nadie reclamaba el premio.


—¿Cámaras de seguridad?


—Apagadas. Un “fallo técnico” justo antes del asesinato.


Guerra resopló. Un crimen sin testigos en un casino repleto de miradas. Miró de nuevo la ficha. X. No una firma, sino una marca. Un mensaje.


Se acercó a la mesa de ruleta. La bola descansaba en el número 10, negro.


—¿Ferrer apostó al diez?


El crupier asintió.


—Y ganó.


—¿Quién más apostó ahí?


El crupier tragó saliva.


—Solo él. Pero antes de lanzar la bola, otro jugador pidió cambiar su apuesta.


—¿Quién?


El crupier miró hacia la salida.


—Se fue hace un minuto.


Guerra corrió, pero la noche ya se había tragado al asesino. En la mesa, la ficha dorada seguía brillando. X marcaba el lugar.



1 comentario

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Streetjas
hace una hora
Obtuvo 3 de 5 estrellas.

En equis no se considera un empate? 🤔 🙄😉

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