Escalofrío
- dowlezes
- 15 jun
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Apoyada en el marco de la puerta, con la respiración entrecortada, deseaba que Juan besara su cuello, como en tantas ocasiones. El calor que desprendían sus labios le producía un escalofrío del que no podía escapar.

Marta, cada vez más nerviosa, quería que Juan se detuviese, durante unos segundos, en su lóbulo izquierdo. Esa diminuta zona era su perdición.
Desde pequeñita le encantaba masajearse el lóbulo de la oreja. Le producía una mezcla de sensaciones agradables y, a la vez, desconocidas para su edad.
Con los años, descubrió que se trataba de un placer desmesurado del que no podía escapar.
Allí, de pie frente a la ventana de la buhardilla, Juan recorría con la lengua todos los pliegues de su oreja izquierda hasta que Marta, extasiada, le retiró la cara. No podía más. Estaba a punto de perder el sentido.
La respiración se le aceleraba cada vez más, pero ella no quería acabar así. Deseaba que Juan entrara lo antes posible para no perderse ni un gramo de su lujuria.
Estirada en la alfombra como su madre la trajo al mundo, Marta le miró a los ojos. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo desde los tobillos hasta el lóbulo izquierdo.
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Un día cualquiera del tercer milenio, la humanidad deambulaba en la pérdida de las emociones. Un virus tecnológico, conocido como E-CRIO, se había propagado a través de implantes neuronales, anulando cualquier sensación cálida o alegre. El mundo entero vivía sumido en un constante escalofrío, no solo físico, sino también emocional.
Marta, una joven de ojos grises y alma rebelde, era inmune al virus. Mientras los demás caminaban como sombras sin alma, ella sentía. Cada risa o lágrima que escapaba de su ser era un acto de rebelión. En las noches heladas, cuando el viento arrastraba ruidos metálicos, Marta recordaba historias de un pasado donde las personas cantaban y amaban sin miedo.
Un día, explorando las ruinas de una biblioteca, encontró un artefacto llamado Aurora.
Decían que contenía las emociones puras de la humanidad, selladas antes de la llegada de E-CRIO. Decidida, Marta lo activó. Un estallido de luz inundó el cielo y, por primera vez en décadas, las personas sintieron calor en sus corazones.
Pero la lucha apenas comenzaba. E-CRIO reaccionó con furia, enviando a sus drones cazadores tras Marta. Huyendo, sintió un nuevo escalofrío, esta vez de esperanza. Porque aunque perseguida, llevaba consigo la chispa para devolverle la humanidad a los humanos.
Creo que ya no me acuerdo cómo son algunos escalofríos 🤔