La baguette asesina
- dowlezes
- hace 1 día
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Joaquín siempre había sido un hombre sensato, pero aquella mañana, mientras intentaba cortar una baguette un poco dura, su vida cambió para siempre. Todo empezó con una rebanada y un cuchillo que parecía más interesado en la anatomía humana que en el pan.

Zas. El dedo índice de Joaquín salió volando como si hubiese sido expulsado de un cañón. Cayó directamente en el plato con mantequilla, haciendo un sonido desagradablemente húmedo. Joaquín, incrédulo, se llevó la mano ensangrentada a la boca mientras miraba el dedo mutilado que ahora parecía un ingrediente más del desayuno.
En lugar de entrar en pánico, Joaquín murmuró:
—¡Esto no puede estar pasando! ¿Debería llamar a emergencias o a un chef?
La baguette, ajena al drama humano, permanecía indiferente en la tabla. Pero entonces, algo insólito ocurrió: el dedo empezó a moverse. Primero un pequeño espasmo, luego un giro lento hasta quedar erguido, apuntando directamente hacia Joaquín.
—¿Qué demonios...? —murmuró, ahora sí con el sudor frío corriendo por su espalda.
El dedo saltó del plato y comenzó a perseguirlo por la cocina, dejando un rastro de mantequilla y sangre. Joaquín gritaba, esquivaba sartenes y pensaba: "Esto es lo que pasa por no comprar pan de molde".
Desde entonces, Joaquín desayuna avena.
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Desde que don Anselmo se jubiló el año pasado, a Fernando le costaba, cada vez más, encontrar aquel pan de canela tan crujiente que horneaba todas las mañanas.
Un día, Irene, su amiga con derecho, le dijo que a diez calles del trabajo, abrieron un horno que utilizaba madera de roble para hacer pan de hogaza y baguettes de mantequilla.
—Te chuparás los dedos, —le dijo, haciendo una mueca con la lengua.
Irene sabía lo mucho que le gustaba el pan de leña.
Un día, al salir del trabajo, Fernando dando un paseo, se acercó al establecimiento.
—¡Joder, qué lejos está! Como no me guste, no vuelvo más, —pensó.
El horno lo llevaba un tipo con aspecto bastante rudo. Tenía más pinta de leñador que de maestro panadero.
—¿Me dará un pan de hogaza de medio y esa baguette que asoma por ahí?
—La baguette está reservada.
—¿Reservada?
—Si.
—¡Ya! Y seguro que me dirá que es una baguette asesina.
—¿Cómo que asesina?, —le preguntó el panadero.
—¿Que no lee las noticias?, —dijo Fernando.
En el periódico del barrio, en primera página ponía que a tres calles del puente, encontraron a un taxista con una baguette clavada en el esternón.
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