top of page
Buscar

La escotilla mal cerrada

El Capitán Rómulo siempre decía que tenía todo bajo control. Pero había un pequeño detalle que lo contradecía: nunca cerraba bien la escotilla de la Nebulosa Intrépida.


—¡Capitán! —gritó el teniente Valdés mientras el viento intergaláctico volvía a invadir la cabina—. ¡Otra vez la escotilla!


—Tranquilo, hombre. Un poco de corriente ayuda a ventilar —respondió Rómulo mientras sujetaba su taza de café.


ree

Pero aquel día, la cosa se desmadró. La escotilla mal cerrada hizo efecto vacío y desaparecieron los cubiertos, el botiquín de emergencias y la alfombra favorita del capitán.


—¡Esa alfombra era el alma de la nave! —exclamó con pena.


De pronto, algo peor ocurrió. La Nebulosa Intrépida empezó a moverse… ¡marcha atrás!


—¡Nos absorbe un agujero de gusano! —gritó Valdés.


Pero al asomarse, descubrieron la verdad: la alfombra se había enredado en el motor trasero y arrastraba la nave como un paracaídas invertido.


Tras una maniobra arriesgada (y mucho pánico), lograron recuperarla y cerrar la escotilla.


Rómulo la abrazó.


—Nunca más te perderé…


Valdés suspiró.


—Capitán, si la quiere tanto, ¿por qué no la pega con cinta adhesiva?


Rómulo lo miró con ojos brillantes.


—¡Por fin una gran idea de ingeniería!



****

Más de dos semanas achicando agua de la sala de máquinas ya empezaba a cansar. Samuel era de todo menos listo. Su capitán estaba harto de las torpezas que acumulaba día tras día.


—Espero que esta sea la última vez que dejas la escotilla mal cerrada, —le dijo, con un tono desagradable, su superior.


La tripulación se encontraba en desventaja. Atada de pies y manos por el gigantesco enchufe de Samuel, no podían deshacerse de él. Su tío, el almirante de navío, condecorado con la medalla del Corazón Púrpura en la Segunda Guerra, era motivo suficiente para no toserle en la cara. Así que tropa y mandos, no tenían más remedio que aguantar a ese mentecato.


En más de una ocasión, no faltaron ganas de tirarlo por la borda, pero hubiesen desobedecido las órdenes de sus superiores.


—Sobre todo y por encima de mi cadáver, nunca, nunca, le hagáis una putada a Samuel. Nos va el honor y la cárcel en ello, —recordó el contralmirante.


En las maniobras que se habían programado para el día de Acción de Gracias, los doscientos sesenta tripulantes del acorazado USS Newport News, destinaron dos dólares cada uno para comprarle un billete de ida a Samuel. Sí, sí, un billete de ida para que pasara esas fiestas con su familia.


Sí, sí… solo de ida.


1 comentario

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
Streetjas
hace 3 horas
Obtuvo 5 de 5 estrellas.

Me encantaron los dos relatos 👍🏻😁😉

Me gusta
¿Te apuntas al blog?

Envío correcto, ¡gracias!

Donate with PayPal

​Nos puedes ayudar con aportaciones a través de PayPal  Muchas Gracias

© 2025 Dowlezes

bottom of page