top of page
Buscar

La reconocerás por el reloj

Llevaban horas con la mirada clavada en el teléfono. Eva y su marido anhelaban una sola respuesta: «la hemos encontrado».


Cuando acabó la carrera, Irene prometió que emprendería un viaje al Mustang, el reino prohibido del Himalaya. Viajaría sola, con su mochila de veinte litros para ir más ligera, cuatro cosas y el reloj que sus padres le regalaron cuando cumplió los dieciocho.


ree

Quería recorrer los mismos senderos por los que transitó Michel Peissel, su ídolo de la adolescencia. 


Más tozuda que su madre, no dejó que nadie le boicoteara el viaje. Estaba decidida.


—Cariño, son tiempos convulsos. Aquella es una zona caliente. No puedes ir sola. Deberías ir con amigos —le repetía su padre constantemente.


La última noticia que tuvieron de ella fue cuando atravesó las murallas de Lo Manthang. Un telegrama tan escueto como un suspiro anunciaba que una mujer caucásica de veinticinco años, había sido vista por las inmediaciones del río Gran Gandak.

Las escarpadas paredes eran tan angostas que fue imposible hacer un reconocimiento en helicóptero.


Un pastor de yaks que andaba por la orilla, encontró un cuerpo en un remanso del río. Avisó a las autoridades que acudieron enseguida.


El jefe de expedición recibió una nota de su madre que ponía: «la reconocerás por el reloj».


El 12 de abril, Eva tuvo un mal presentimiento.



****

El detective Charroud encendió un pitillo mientras observaba la foto que le habían dejado en el sobre. Una mujer de labios rojos, gafas oscuras y un elegante reloj de oro en la muñeca izquierda.


La reconocerás por el reloj —decía en una nota.


Era su única pista.


El bar "El Espejo Roto" estaba lleno de humo y murmullos. Charroud entró despacio, con la gabardina empapada de lluvia. Se sentó en la barra y esperó.


Entonces la vio.


Vestido negro, piernas cruzadas y una copa de whisky sin tocar. Su muñeca brilló bajo la tenue luz del local. El mismo reloj.


Se acercó y dejó el sobre sobre la mesa.


—Bonito reloj.


Ella sonrió sin sorpresa.


—Tienes buen ojo, detective.

—¿Quién te busca?

—Alguien que ya está muerto.


Antes de que Charroud pudiera reaccionar, ella deslizó un revólver bajo la mesa.


—No me sigas.


Se levantó y salió con la calma de quien ya ha ganado.


Charroud miró el sobre. Dentro, otra foto. Su propio cadáver tirado en un callejón.


La reconocería por el reloj. Pero ella también lo había reconocido a él.


Y eso solo significaba una cosa: estaba jodido.



1 comentario

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
Streetjas
hace 4 horas
Obtuvo 3 de 5 estrellas.

🤔🙄🤐😉

Me gusta
¿Te apuntas al blog?

Envío correcto, ¡gracias!

Donate with PayPal

​Nos puedes ayudar con aportaciones a través de PayPal  Muchas Gracias

© 2025 Dowlezes

bottom of page