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Living apart together

Vivir con alguien del mismo sexo, en pareja homo o hetero, compartiendo espacio con gente, solo, con animales o sin ellos. Incluso, aunque tengas la mayoría de edad pasada hace décadas, también está de moda vivir con los padres o con los abuelos hasta que pasen algunas cosas: que te vayas por aburrimiento, que se vayan ellos por estar hasta las narices de ti o que alguien se muera.



«Demasiadas modernidades» decía la abuela de Roberto. En sus tiempos, cuando se enamoraba de alguien, debían cumplirse algunos requisitos para vivir juntos. 


La cantidad de noviazgo estaba directamente relacionada con las buenas intenciones. Si corrían demasiado, la boda estaba a la vuelta de la esquina.

Compartir un hogar, tener una familia y, a poder ser, no liarla, era el principal objetivo.


—¿Qué es eso de livinapartogueder?, —le preguntaba doña Engracia a su nieto Roberto. —¡Qué manía tenís los jóvenes de inventarse sosadas!

—Abuela, no estás en la onda. Hace un montón de años que existe ese método. Y son tres palabras, no una sola como has dicho: living apart together, es decir viviendo separados pero juntos, —le respondió Roberto.

—Déjate de monsergas y crece de una vez, —le dijo en un tono cercano a la burla.

—Por cierto, ¿cuándo te largarás de casa?

—Ya te toca con cuarenta años, ¡no crees!



****

Manolo y Eulalia llevaban 30 años de casados y se querían… más o menos. El problema era que no podían estar ni juntos ni separados. Cuando estaban juntos, discutían. Cuando estaban separados, se echaban de menos.


Un día, encontraron la solución perfecta: ¡dividir la casa en dos! Manolo se quedó con la cocina y la sala de estar; Eulalia con el dormitorio y el baño. Pusieron una línea de cinta adhesiva en el suelo para marcar los límites.


Todo iba bien hasta que Manolo necesitó entrar al baño.


—¡Prohibido cruzar! —dijo Eulalia, tapando la puerta con los brazos.

—Pero necesito ir... ¡ya!

—Pues te hubieras quedado con el baño en el divorcio inmobiliario.


Esa noche, Manolo durmió en el sofá, abrazado a un cojín con cara de resignación. Lo que tenía que descargar en el baño y donde lo descargó, lo dejamos a la imaginación colectiva. Eulalia, por su parte, echaba de menos los chistes malos de Manolo.


Al tercer día, la guerra terminó. Se encontraron en la cocina, justo en la frontera de la cinta adhesiva.


—Quizás exageramos un poquito… —dijo Eulalia.

—Tal vez… —admitió Manolo.


Entonces, con solemnidad, retiraron la cinta del suelo.


Desde ese día, vivieron juntos… pero con la puerta del baño siempre abierta. ¡Por si acaso!



1 Comment

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Streetjas
hace 2 horas
Rated 4 out of 5 stars.

Yo sería la abuela de Roberto 😎🤭

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