Pareidolia
- dowlezes
- 22 may
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Cada noche, Clara veía lo mismo: una cara en la ventana de su habitación. Al principio creyó que era su imaginación, un simple caso de pareidolia. Las ramas del árbol afuera, junto con la suciedad del cristal, formaban una figura humana con ojos hundidos y una boca torcida.

—Solo es un juego de luces —se decía para calmarse.
Pero esa noche algo cambió. Los ojos de la figura parecían seguirla. Clara cerró las cortinas, aunque su corazón latía con fuerza. “Es absurdo”, pensó, pero no pudo evitar mirar de nuevo.
La figura ya no estaba.
El alivio duró poco. Una sensación helada le recorrió la espalda al escuchar un suave golpe detrás de ella. Giró lentamente, y ahí estaba: el rostro, ya no en la ventana, sino en el espejo de su habitación.
Era idéntico, pero más nítido. Los ojos eran dos pozos oscuros que la observaban con una intensidad abrumadora. La boca comenzó a moverse, murmurando palabras incomprensibles.
Clara intentó gritar, pero el sonido no salió. La figura en el espejo extendió una mano espectral hacia ella.
Al día siguiente, los vecinos encontraron la casa vacía. La ventana estaba cerrada, pero en el cristal quedó grabado un rostro... el de Clara, con una expresión de terror eterno.
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Hasta que descubrieron aquella otra, las más importantes en la España de los años setenta fueron, sin duda alguna, las caras de Bélmez de la Moraleda.
Investigadores de lo paranormal, se reunieron durante años, en la casa de María para ver, en primera persona, esas caras que conmocionaron a aquella España que estaba a punto de salir de una dictadura rancia para entrar en un nuevo sistema político más parecido a una pareidolia que a una democracia de verdad.
Un buen día de 2004, todo se diluyó como el humo que sale por la chimenea de una casa vieja. María murió y desaparecieron esas caras.
En otra vivienda, esta vez en Vera, surgieron caras diferentes. De Cristo y de una figura malvada. Dicen que todo fue un montaje. Querían aprovecharse del filón, pero no tuvieron tanta suerte.
Años más tarde, Armando Díaz, fotógrafo del diario La Farola, publicó en 1994, la cara de un cerdito en el cielo nocturno, bañado por la tenue luz de la luna.
Los mismos investigadores de lo paranormal que habían ensalzado las caras de Bélmez, tacharon de farsante a Armando, obligándole a que retirase de la circulación aquella burda foto que, realmente, era una pareidolia.
Siempre he tenido curiosidad sobre todo lo paranormal.