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Prepotente de mierda

La cafetería tenía un murmullo constante, un perfume de café tostado y un vago olor a vainilla en el aire. Él se acomodó en la silla con arrogancia, entrelazando los dedos sobre la mesa con una sonrisa condescendiente.


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—Mira, creo que me equivoqué al querer una cita contigo —dijo, con voz pausada—. Pienso que intelectualmente no estás a la altura y quiero dejarlo aquí.


Ella parpadeó una vez. Luego, otra. Como si estuviera asimilando las palabras, pero sin que le hicieran mella. Esbozó una sonrisa leve, serena, casi divertida.


—Pues mira, yo pienso que eres un prepotente y un estúpido insensible —respondió con calma, inclinándose levemente hacia él—. Incapaz de pelar las capas de una cebolla para ver dentro de su corazón.


Él se echó hacia atrás, sorprendido por la ausencia de rabia en su voz. Sacó un cigarrillo del bolsillo y lo llevó a sus labios con aire distraído. Buscó su mechero y lo encendió con un chasquido metálico.


Cuando alzó la mirada, ella ya no estaba. Solo quedaba el eco de su presencia y la silla ligeramente corrida.


Exhaló el humo despacio, observando la estela que se disipaba en el aire. No lo admitiría, pero algo dentro de él se sintió… vacío.



****

Esther solo hacía anuncios de poca monta. Quería triunfar como lo hizo su madre en la época dorada. Soñaba con ser una diosa como ella, poseedora de ese glamour con el que nacen las grandes estrellas.


Una mañana sonó el teléfono. Hacía meses que la habían citado para un pequeño papel en una película de ensayo. Le dijeron que debía aprenderse cuatro frases.


—¿Sólo cuatro? ¿Ya está?, —dijo con cierta extrañeza en su cara.

—Sí. Solo son cuatro, pero has de poner el alma en ellas. Estamos convencidos de que lo harás bien.

—Confiamos en que estés a su altura. Tu madre era muy buena.


Esther había puesto el listón demasiado alto. Tenía que deslumbrar con esas cuatro frases, pero tenía un poco de miedo.


Llevaba unas semanas ensayando frente al espejo, pero no estaba muy convencida de la contundencia de sus palabras.


—¡Eres un prepotente de mierda!

—Estoy harta de ti.

—Por mi, puedes irte con tus argumentos a la mierda y no me vuelvas a dirigir la palabra en tu puta vida.

—¡¡¡Cappichi!!!  —Repitió de nuevo.


Llegó el día de la prueba, pero Esther no acudió a la cita.


—¡Qué extraño! ¿Se habrá olvidado?, —comentó el coordinador.


En las noticias de las cinco hablaron de un atraco en plena calle. Mataron a una chica frente al banco Central.


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Streetjas
hace 3 días

🤔😥😑

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