Repetir las frases

Si repites las frases porque crees que tu interlocutor tiene un problema de audición es plausible, pero si lo haces por costumbre, cabe la posibilidad de que seas un engreído prepotente al que le encanta destacar por encima de los demás. En ese caso, no me interesará intercambiar ni una sola frase contigo. Ni una sola frase.

Aún recuerdas aquel día que el policía te metió una doble multa por haberte saltado el ceda el paso.

—Esta se la pongo por haberse saltado el ceda. Debería haberle detenido directamente por infringir dos normas a la vez.

—Señor agente, pero ¿cuál es la otra si se puede saber?

—¿Qué cuál es la otra? ¿Qué cuál es la otra? ¿Y usted tiene los santos huevos de preguntarlo? Los santos huevos…

—Hacerme burla cuando le repetí despacio la frase. Lo hice porque me dio la sensación de que usted o bien tiene un problema de interpretación o es uno de esos caraduras que se hacen el loco cuando un agente de la AUTORIDAD, de la AUTORIDAD, lo para por hacer monerías que no hacen gracia a nadie.

—¿Me ha entendido? ¿Lo tiene claro o prefiere que se lo repita todo desde el principio?

by Letslukin

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Hay cosas en la vida que se repiten. El lunes, por ejemplo. Siempre regresa aunque nadie lo invite, como ese primo que no sabe cuándo irse de la fiesta. Pero lo que más me fascina es esa gente que repite las frases. Repiten las frases, sí, y lo hacen como si fuera un deporte olímpico.

Estás en una conversación casual y, de repente, aparece: "Eso es muy importante, muy importante". Y tú piensas, ¿será que una sola vez no era suficiente? No, claro que no. Porque si no lo dices dos veces, ¿cómo sabrá el universo que es muy importante? ¡Muy importante!

Y los que te cuentan una historia y la rematan con: “Fue increíble, fue increíble”. Y tú, con una sonrisa forzada, asientes porque no quieres entrar en un loop infinito de incredulidad compartida.

Luego están los expertos, los maestros del "repetir las frases". Ellos no repiten por casualidad. Ellos lo hacen con un propósito, un plan maestro para conquistarte con la repetición. “Te dije que era así, te dije que era así”. Y ahí estás tú, atrapado en un bucle de palabras duplicadas, sin poder escapar.

Y así seguimos, repitiendo las frases, repitiendo las frases. Porque en esta vida hay cosas que nunca cambian, nunca cambian.

by Culturanima

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Señorita, ¡no puedo más!, exclamaba Andrés una y otra vez cuando su profesora, Gertru, le castigaba a repetir la frase: “No hablaré en clase”, doscientas veces.

Era uno de los castigos preferidos de los profesores de aquella época. 

Andrés, Manuel, Tere… y hasta yo misma, experimentamos esta situación muchas veces en nuestros días de colegio.

Empezábamos bien pero cuando ya llevábamos un alto número de repeticiones, de la misma frase, un hormigueo empezaba a subir por tus dedos y tu mano ya no era la misma, incluso tenías una pequeña rampa de cuando en cuando y el boli salía disparado.

A veces, en cambio, era una tarea divertida, cuando castigaban a varias personas y jugábamos a competiciones

—¡A ver quién acaba antes!

En este caso las ganas de ganar hacía milagros, ya no notabas el hormigueo y si lo hacías, no le dabas importancia, sujetabas el boli con todas tus fuerzas y escribías a velocidad supersónica. De vez en cuando se oía algún bufido y se veía un movimiento de mano y muñeca, de un lado al otro, rápido, muy rápido.

¡Qué tiempos más bonitos aquellos! o no… en el que normalizábamos esta práctica y creíamos que era lo más natural del mundo.

by solillum