Reunión con pegas
- dowlezes
- 2 oct
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—Irene, el mes pasado te perdiste una velada súper divertida, —le amonestó María dulcemente.
—Cuando no puedas venir, llama. Estaba preocupada.

Irene, avergonzada, le hizo una señal casi imperceptible.
—Luego te lo explico, —le insinuó moviendo la mano.
María, la anfitriona de las reuniones Tupper sex, era la persona ideal para montar estos quilombos. Organizada, responsable, discreta, resolutiva; era una crack para estas cosas.
Con el tiempo, las reuniones pasaron a formar parte de la vida de este grupo de amigas tan variopinto.
Irene, arqueando una ceja, avisó a María que permanecía expectante, mientras explicaba las maravillas del nuevo Dildo de cuarenta centímetros, recién llegado de Tailandia.
—Este es ideal para vosotras tres, —señalando a Peggy, Sue y Lorena.
Consideradas las más apasionadas, tenían la vagina que parecía el túnel de la Mancha.
—María, te cuento una cosa muy seria, pero no te enfades.
—Te prometo que no, —poniéndose la mano encima de su teta.
—Ayer estuve con tu hermana. No sé lo que pasó, pero acabamos follando. Fue bestial. Probamos tu juguetito en una reunión privada, pero surgieron pegas. Tengo un desgarro.
—¿No leíste las instrucciones? Solo hasta la marca verde. —Podíais haberos desangrado.
Irene no pudo aguantarse y echó a llorar.
—¿Y mi hermana? —le increpó María.
—-En el hospital. Bastante jodida.
—Te odio, Irene. Te odio.
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Era un día crucial en la Gran Empresa de Inventos Innecesarios. Don Facundo, el jefe, convocó una reunión urgente.
—¡Necesitamos un invento revolucionario! —exclamó—. Algo que la gente no pueda vivir sin ello. ¡Ideas!
Gustavo, el diseñador, habló primero:
—¿Un paraguas con ventilador incorporado? Protege de la lluvia y refresca.
—¿Y si el viento lo hace girar y el usuario despega? —cuestionó Facundo.
Martina, la ingeniera, propuso:
—Zapatos con GPS que te llevan automáticamente a tu destino.
—¿Y si te conducen directo a un lago? —objetó el jefe.
Tras varias ideas fallidas (como el helado que no se derrite pero tampoco se muerde o la chaqueta con calefacción que se incendia), todos suspiraron derrotados.
Entonces, Paco, el becario, sonrió confiado.
—Un despertador que, en lugar de sonar, envíe un mensaje motivador.
—¡Brillante! —aplaudió Facundo—. ¿Qué diría el mensaje?
—Algo como “¡Ánimo! Hoy conquistarás el mundo” o “Podrías estar peor: podrías ser quien inventó los zapatos GPS y cayó a un lago.”
La sala estalló en risas. El despertador fue un éxito, aunque algunos reclamaron cuando el mensaje decía: “¡Arriba, campeón!... aunque cinco minutos más no hacen daño.”
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