Seguro que sí, o al menos eso dices cada vez que ves una en una fiesta. Porque, seamos honestos, todos conocemos a alguien que “toca la guitarra”. Y si no conoces a ese alguien, probablemente seas tú.
Todo empieza con la clásica frase: “Yo sé un poquito, pero no soy experto”. Traducción: te sabes los primeros acordes de "Wonderwall", “La Bamba” y ese riff de “Smoke on the Water” que nos tiene a todos hartos. Pero ahí estás, las cuerdas chirrían, la afinación es un concepto abstracto y el ritmo... bueno, el ritmo lo dejaste en tu otra vida como baterista.
Tu “repertorio” incluye canciones que parecen hechas para impresionar a cualquiera que tenga más de tres copas encima. Siempre hay un momento en el que miras a alguien y le dices: “¡Canta tú!”, como si hubieras estado a punto de entrar en tu gran solo de guitarra.
Eso sí, después de unos minutos (o dos canciones mal tocadas), alguien pide que toques "Despacito". Tú pones cara de “me estás matando artísticamente” y sueltas la frase estrella: “Eso no es música, mejor algo de Los Beatles”. Pero claro, cuando fallas en tocar "Let It Be", todos vuelven a la playlist de Spotify.
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Estás sentado en la sala de espera de la planta menos uno del hospital. Mientras no te toca, te dedicas a observar a la gente que se entretiene mirando el móvil, hablando con su acompañante y los que menos, leyendo un libro.
Te gusta observar cualquier detalle. El tipo que está sentado frente a ti, permanece embobado mirando algo en su móvil. La señora que lo acompaña es su madre por el parecido y la diferencia de edad. Aunque el tipo no le presta atención, no da la sensación de desapego.
Acaba de entrar una mujer que te suena de algo. Quizás coincidiste con ella en otro lugar.
El tipo de enfrente estornuda. Saca un pañuelo del bolsillo y se suena los mocos. Un pequeño objeto cae al suelo justo debajo de su culo. Compruebas que es una púa de guitarra. Durante un buen rato no le dices nada. Parece que el tipo no se ha dado cuenta de su pérdida.
Cuando ya falta poco para que llegue su turno, le preguntas: ¿perdona, acaso tocas la guitarra? El tipo asiente con la cabeza; sí, ¿por qué? Es que se te ha caído la púa del bolsillo cuando sacaste el pañuelo.
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No me toques la guitarra, le dijo Ana a Manuel. La relación de pareja se había deteriorado con el paso del tiempo y ya apenas se soportaban. Habían pasado del enamoramiento al desencanto más absoluto en tan solo dos años.
Al principio todo era especial, no había nada que no les gustase al uno del otro y si lo había, no importaba, hasta les hacía cierta gracia.
Todo empezó una cálida noche de verano, en la orilla del mar, en una quedada de singles. Ana y Manuel cruzaron sus miradas y ya no hubo marcha atrás. Desde ese momento se hicieron inseparables. Los dos venían de una ruptura reciente y, en teoría, no querían volver a saber nada del sexo contrario, pero Cupido no entiende de ideas mentales y lanzó sus flechas sin ningún tipo de contemplación.
Amore, decía Ana, cuore le respondía Manuel, con miradas embelesadas y la baba cayendo de sus bocas. Hicieron mil y un proyectos y se prometieron amor eterno. Nada más lejos de la realidad.
En una salida, con sus amigas, Ana conoció a Pedro y todo cambió. Ahora Ana y Manuel ya no están juntos. Nada, nada es para siempre…
by solillum
¡Muy bueno! 😎