top of page
Buscar

¡Va, cuelga tú!

¿A quién no le ha pasado, cuando era joven, que después de estar toda la tarde con tu pareja, tan pronto llegabas a casa, os llamábais por teléfono para deciros mil cosas más?


Tu madre, con esa espontaneidad que llevan de serie todas las madres, entraba a la habitación donde se encontraba el supletorio, con la excusa de guardar cualquier prenda en el armario o simplemente para mirarte con esos ojos sentenciosos, utilizando el lenguaje no verbal que decía “o cuelgas o cuelgas”.



En cualquier casa de bien, podían tener dos o tres teléfonos de baquelita. El principal, instalado en el pasillo, cerca de la cocina o tal vez en la sala comedor, y uno o dos más, estratégicamente situados en habitaciones importantes de la casa como podía ser el dormitorio de los padres y, en algunos casos, en el despacho.


Como no habías tenido suficiente con cuatro horas de paseo, cine, alguna granja, bar o pub, dependiendo del capital que llevaras encima, necesitabas por lo menos una hora para acabar de contaros ¡tantas cosas!


Al final de la conversación, como si se tratara de un bis en un concierto, la despedida se podía componer de bastantes “va, cuelga tu”.



****

Mario y Laura llevaban una semana de novios, y su relación ya estaba llena de las típicas cursilerías. Esa noche, hablaban por teléfono, compitiendo para ver quién colgaba primero.


Va, cuelga tú —dijo Laura con una risa. —No, tú primero. Yo nunca podría colgarle a mi reina —respondió Mario con voz melosa.


La conversación se extendió, y después de veinte minutos de “No, tú primero”, Mario decidió intensificar el juego.


—Laura, si no cuelgas, me veré obligado a cantarte una serenata. —¡Atrévete! —lo desafió ella.


Mario se aclaró la garganta y comenzó a cantar una balada romántica… desafinando de manera catastrófica. Laura, entre risas y lágrimas, trataba de convencerlo de parar, pero él seguía como si estuviera en un concierto.


—¡Está bien, cuelgo! —gritó Laura al fin.  —¡Victoria para mí! —dijo Mario, triunfante. Pero justo cuando iba a colgar, escuchó a su madre desde el otro lado del pasillo:  —¡Mario! ¿Por qué estás cantando como si hubieras pisado un clavo?

Mario, rojo de la vergüenza, intentó justificarse, pero Laura lo había oído todo.


—Ay, suegra, no le diga eso, está practicando para cuando me pida matrimonio.


Mario se quedó mudo mientras Laura reía a carcajadas al otro lado de la línea. Esa noche, nadie colgó primero… porque Mario accidentalmente tiró el teléfono al suelo.


1 Comment

Rated 0 out of 5 stars.
No ratings yet

Add a rating
Streetjas
hace 6 días
Rated 5 out of 5 stars.

Yo siempre he sido de los que acababan por decir... Perdona pero me estoy durmiendo 😴... Ya mejor seguimos hablando mañana. Y si sé enfadaba, dos problemas tenía. Enfadarse y desenfadarse. 🤷🏻‍♂️😎

Like
¿Te apuntas al blog?

Envío correcto, ¡gracias!

Donate with PayPal

​Nos puedes ayudar con aportaciones a través de PayPal  Muchas Gracias

© 2025 Dowlezes

bottom of page