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El enfermero

Accedió a la última planta del hospital que le había estado prohibida. Avanzó por un largo y angosto pasillo hasta detenerse ante una sala decidido a entrar. Forzó la puerta, y al acceder, la penumbra dejaba entrever una estancia sin mobiliario ni objetos superfluos que invitaran a la comodidad.


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En una camilla reposaba, inmóvil, un hombre tendido que únicamente movía el tórax al respirar. Al adaptarse sus pupilas a la oscuridad, pudo observar que el individuo también era capaz de parpadear, pero algo resultaba aterrador: bajo la sábana, su cuerpo terminaba abruptamente, sin rastro de extremidades. Se acercó apresurado, intentando comprender qué ocurría. El hombre, semiinconsciente, balbuceaba algo ininteligible mientras el enfermero leía la etiqueta del cabezal de la camilla: “Planta de Innovación Biológica - Sección de Bioprótesis en pruebas”.


Alarmado, intentó salir, pero la puerta se había cerrado. En lugar de cerradura, tenía un orificio del tamaño de un dedo. Cuando introdujo el índice, ignorando el grito de advertencia del paciente, una cuchilla seccionó su dedo de un tajo limpio. Cayó sobre la camilla, aturdido.


Mientras contemplaba horrorizado la herida, la sangre brotando sin control, escuchó al hombre murmurar: “De aquí no saldrás. Tu disección ya ha comenzado. Solo te queda esperar”.



****

A consecuencia del brote psicótico que sufrió Jonas durante una misión de reconocimiento en Manbij, tuvo que ser evacuado urgentemente al hospital de veteranos de guerra de Tal Abiad, en Turquía.


Jonas presenció junto a su equipo, la aniquilación casi total de un barrio a las afueras de la ciudad, en el que no quedó ni un ladrillo en pie y cualquier forma de vida en diez kilómetros a la redonda.


Mientras era trasladado, su superior hizo una llamada al hospital para que fueran preparando su ingreso.


Samuel, el enfermero especializado en delirios traumáticos provocados por las atrocidades de la guerra, sería su contacto con la realidad, mientras que Jonas no supiera valerse por sí mismo.


—No creo que se recupere del todo. Las esperanzas de una cura total son prácticamente imposibles, —asintió el médico jefe de la planta 9.


A la 9 ingresaban los que “no tenían solución”.


Samuel era único en la forma de tratar las dolencias psíquicas. Tenía mucha mano izquierda. No era considerado un enfermero habitual.


—Si él no lo consigue, no lo hará nadie, —reiteró el médico jefe.


Cinco meses antes de lo previsto, Jonas volvió a la realidad gracias al arduo trabajo de aquél enfermero que entregó su alma, como tantas veces, para recuperar su cuerpo y su mente.


—Jonas, estás curado.



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