El paraguas
- dowlezes
 - hace 1 día
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Era la tercera vez que coincidían. La última fue en el bazar chino, entre la biblioteca y un sexshop escondido. Una lluvia torrencial los sorprendió, refugiándose dentro del local.
Lola, con la blusa empapada, pensó: “¡Vaya primavera!”. Alberto no pudo evitar mirarla.
Preguntaron a la vez por el paraguas pistacho del cubo de mimbre. La coincidencia les arrancó una risita, pero cargada de tórridos deseos. Era la primera vez que mantenían la mirada.

Alberto confesó que siempre olvidaba los paraguas.
—¿Te apetece un café?, —dijo tímidamente.
Cinco minutos después, conversaban como viejos amigos. Lola se preguntaba si viviría cerca, si le gustaba leer, si tendría novia. Cinco años en el mismo barrio y apenas se habían cruzado cuatro veces.
Las semanas pasaron y los encuentros se hicieron más frecuentes.
Un sábado de mayo, Alberto la invitó a su casa con la excusa de mostrarle sus bonsáis. Lola aceptó sin dudar. Desde el día en el chino, había fantaseado con besarlo.
A las siete, Lola llegó. Alberto abrió la puerta, y allí estaba ella, con la melena suelta y una mirada lasciva. De pie, frente a frente, exhalaron al unísono. Sin mediar palabra, se besaron apasionadamente. Lola no paraba de temblar. El mundo se desvaneció, dejando solo el calor de sus cuerpos.
En ese instante, supieron que algo profundo había comenzado.
****
En la ciudad de Brumor, donde la lluvia nunca cesaba, apareció un paraguas negro abandonado en la estación de tren. Tenía un mango de madera tallada y una tela oscura que parecía absorber la luz.
El primero en recogerlo fue el señor Olmo, un oficinista. Aquella misma noche, resbaló en su baño y se golpeó la cabeza. Murió en el acto.
Días después, una mujer llamada Clara lo encontró en un banco del parque. Lo usó para cubrirse del aguacero y, al llegar a casa, un cortocircuito incendió su apartamento.
Pronto, los rumores se esparcieron. Se decía que el paraguas elegía a sus víctimas, que sus varillas eran afiladas como cuchillas cuando nadie miraba.
El inspector Rivas, escéptico, decidió investigar. Agarró el paraguas con guantes y lo llevó al laboratorio. Pero cuando intentó abrirlo, una ráfaga de viento lo envolvió y lo lanzó por la ventana. Cayó doce pisos.
Desde entonces, nadie ha vuelto a ver el paraguas. Algunos dicen que sigue viajando de mano en mano, esperando su próxima víctima. Así que, la próxima vez que encuentres un paraguas abandonado en la calle, piénsalo dos veces antes de recogerlo… Podría estar esperándote.





Muy buenos relatos 👏🏻👏🏻👍🏻😉