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La conquista de la Luna

En 1969, Neil Armstrong y Buzz Aldrin no solo plantaron la bandera estadounidense en la Luna, sino que también llevaron un contrato de anexión firmado por Nixon. Al declararla el 51º estado, bautizaron el territorio como "Lunamérica".


Pronto, McDonald’s instaló el primer restaurante lunar, sirviendo "McMeteor Burgers" en gravedad reducida. Disney siguió con un parque temático llamado “Moon-Earthland”, donde las atracciones flotantes causaron más vértigo que diversión. Los colonos lunares se multiplicaron, desarrollando "Moonapolis", una ciudad donde las carreteras eran toboganes y el béisbol se jugaba con pelotas que nunca caían.


En 1975, la URSS, indignada por perder la carrera lunar, decidió conquistar el lado oscuro de la Luna. Bautizaron su colonia como "Soviet Lunagrad" y proclamaron que sería una utopía comunista sin gravedad para oprimir a los trabajadores. Los enfrentamientos entre los dos bandos consistían en competiciones de saltos de altura y peleas con almohadas espaciales.


En 1986, la Luna se independizó tras un referéndum histórico en el que el 99% de los habitantes votaron por formar el "Reino Unido Lunar". Nadie entendió el nombre, pero al rey se le conoció como Neil Armstrong II, aunque nunca había sido monárquico.


Hoy, en 2025, la Luna es un paraíso turístico. Eso sí, sigue siendo ilegal llevar queso, para evitar confusiones culturales.



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…Antes, solo con mirarme con esos ojos azules tan penetrantes, se me humedecían las bragas…



Esther y Juan se conocieron una tarde de julio, en el parque del Laberinto de Barcelona. Ella, pizpireta, con sus trenzas al estilo Pocahontas, se había cruzado cinco veces con Juan, un joven desgarbado, largo como un poste de la luz, pero con una mirada tan penetrante que podía atravesar un bloque de cemento.


—Me parece que nos hemos cruzado en esta fuente varias veces, —le insinuó Juan.


Como era de suponer, a Esther le hicieron palma las orejas. Al instante se quedó prendada de esa mirada. Supo que, por fin, lo había encontrado.


Quién le iba a decir que se conocerían en un laberinto. El destino es muy caprichoso.


Esther era una muchacha sencilla, pero con la cabeza bien amueblada. Acabando la carrera de matemáticas, realizó una simple suma. Uno más uno son dos. Su intuición femenina dio en el clavo.


Seis meses después se fueron a vivir juntos para empezar una nueva vida llena de sorpresas.


Nadie sabe dónde vas a encontrar el amor.


En las noticias de TV3 informaron que ayer se celebraban los 45 años de la conquista de la Luna.


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