Meterse adentro
- dowlezes
- hace 5 días
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Lleva muchos años medicándose porque no quiere que se repita nunca más aquel episodio tan desagradable por el que pasaron todos por su culpa.
Hace treinta años, le diagnosticaron esquizofrenia hebefrénica.
Cuando lo pillas de buenas, es un tipo simpático, amable, incluso cariñoso. El problema aparece cuando se olvida de tomar las pastillas. Entonces su vida se vuelve un caos.

Ernesto quería casarse y formar una familia, pero su enfermedad le impidió disfrutar de una vida normal como los demás.
De joven, tuvo una novia. ¡Qué bonita era Marta! Simpática, amable, con una paciencia casi infinita hasta que ocurrió aquella desgracia.
Todo parecía ir sobre ruedas, pero una mañana de enero, Ernesto se despertó más irritado que de costumbre. No dejaba de repetir ¡meterse adentro, meterse dentro!
Marta no sabía qué le pasaba. Él, encerrado en su habitación, gritaba como si alguien le estuviera torturando.
Ella, desconsolada, llamó a urgencias.
Se presentaron, como en otras ocasiones, enseguida, pero esta vez era diferente. Ernesto no paraba de repetir ¡meterse adentro, meterse dentro!
Dentro de dónde, quién o quiénes, repetía Marta desde el otro lado de la puerta.
Ernesto no volvió a ser el mismo desde que Marta se fue para siempre.
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Adela había heredado un relicario antiguo, un pequeño óvalo de oro con inscripciones que nadie en la familia podía descifrar. Una noche, al examinarlo bajo la luz de la luna, notó que las letras parecían brillar con un tenue fulgor azul. Impulsada por una mezcla de curiosidad y un inexplicable deseo, abrió el relicario y, sin saber por qué, susurró las palabras inscritas: "Intrare animum."
De pronto, sintió un tirón en el pecho, como si el mundo a su alrededor se desmoronara. Al abrir los ojos, ya no estaba en su habitación, sino dentro de un vasto espacio lleno de luces danzantes, fragmentos de recuerdos y emociones que flotaban como burbujas brillantes. Era su propio mundo interior.
Al caminar entre los paisajes cambiantes —un bosque de infancia lleno de risas, un río de lágrimas perdidas, y una montaña de decisiones no tomadas—, Adela comprendió que estaba en un viaje para enfrentarse a sí misma. Cada paso la acercaba a un recuerdo olvidado o a un miedo enterrado. En el centro de este mundo encontró un espejo que reflejaba no su apariencia física, sino su esencia pura.
Cuando tocó el espejo, fue arrojada de vuelta a su cuarto, jadeando. El relicario estaba cerrado, pero las inscripciones habían desaparecido. Ahora sabía su propósito: no era solo un adorno, sino un portal a su alma.
Me gustó más el escrito de Culturanima.