Revolución brava
- dowlezes
- 28 sept
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Tomaban un aperitivo en la terraza de un bar. Ella, preguntó que le podía explicar de las bravas que estaban comiendo.
—Mmm, que están muy buenas —Respondió él, perplejo y con la boca llena.

—¿Este es todo el argumento que puedes aportar? —Replicó ella— No sabes que las patatas son unos seres muy inteligentes por la capacidad de acumular una gran cantidad de sustancias de reserva en sus células, y humildes porque lo hacen de manera subterránea y furtiva a las miradas indeseadas de cualquier patatófago malvado.
—Ah, ¿sí? Pero bien que te las estás comiendo —Respondió sin vaciar la boca y dejando una única brava en el plato.
Ella soltó una risita, apartando con delicadeza el cabello que el viento le traía a la cara.
—Bueno, es que me gusta apreciar su sacrificio —dijo, cogiendo la última patata con aire solemne—. Además, esta debe ser la líder del grupo.
Él la miró divertido, con una ceja levantada.
—¿La líder?
—¡Claro! Seguro que estaba organizando una rebelión antes de acabar aquí, bañada en salsa picante.
—Entonces deberías rendirle homenaje —respondió él, empujando el plato hacia ella.
Ella se lo pensó un segundo y, entre risas, se la llevó a la boca.
—¡Por la revolución fallida de las bravas!
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Algo de cultura: En 1908, el escritor, poeta, periodista y político Ferran Agulló bautizó por primera vez al litoral entre Blanes y PortBou como la Costa Brava.
En los años cincuenta se instauró una revolución turística en la costa catalana. Nacionales y extranjeros se enamoraron profundamente de esa zona salvaje y hermosa a la vez.
—¡Qué quieres que te diga! Me parece muy bien que el tipo acuñara por primera vez el nombre a esa parte del principado.
—Por cierto, ¿sabías que tiene una calle a su nombre?
—Dicen que para que pongan tu nombre a una calle, has de dejar huella en la historia.
—Ya, pero ¿qué tendrá que ver la Costa Brava con el nombre de una calle? —¿Podrías centrarte un poco y dejar de flipar?
—Verás, un amigo me puso deberes. Tenía que meter en la misma frase dos palabras: revolución brava y que además formaran parte de un relato coherente.
—¿En serio?
—Sí. El tipo se las gasta gordas.
—¿Y cómo lo llevas?
—La verdad, no muy bien. A veces se me hace cuesta arriba satisfacer a su intelecto, pero hago lo que puedo.
—Pues no te molesto más con preguntas absurdas. Tú a lo tuyo. Concéntrate y seguro que lo consigues.
—¡A ver!... Érase una vez una costa salvaje que, gracias a una revolución brava…
👏🏻👏🏻👏🏻😂👍🏻😉Me encantaron los dos relatos.